Durante los primeros meses de la Segunda República Española, en un contexto de tensiones políticas y religiosas, el entonces ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, concedió una entrevista en la que abordó uno de los temas más delicados de su mandato: la separación entre la Iglesia y el Estado.
De los Ríos fue discípulo de Francisco Giner de los Ríos y defensor del pensamiento liberal y laico. Había sido represaliado durante la monarquía, pero en 1931 ocupaba un papel destacado en la construcción del nuevo orden republicano. Su voz tenía peso tanto en España como en círculos políticos e intelectuales internacionales.
Durante la entrevista, De los Ríos explicó que no podía ofrecer una respuesta definitiva sobre la separación Iglesia-Estado, ya que se trataba de un proceso en curso, que dependía de tres instancias:
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La Comisión Asesora Jurídica, que elaboraba el anteproyecto.
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El Gobierno Provisional, que lo revisaría.
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Las Cortes Constituyentes, que lo aprobarían o enmendarían.
Subrayó que el objetivo no era perseguir a la Iglesia, sino construir una república basada en la razón, la justicia y la libertad de conciencia. Creía firmemente que los principios laicos podían y debían cumplirse sin necesidad de conflicto.
En cuanto a las órdenes religiosas, admitió que su futuro dependería del nuevo marco legal. Rechazó especular sobre su posible disolución y pidió prudencia ante los rumores. Descartó una política de agresión hacia la Iglesia y aseguró que el Gobierno no destruiría instituciones útiles ni perseguiría creencias.
Su mensaje final fue firme: la República no iba contra la religión, sino contra el privilegio y la imposición. El Estado debía garantizar la libertad de creencias, sin favorecer a ninguna confesión.
Su propuesta para la separación de la Iglesia y el Estado generó tensiones con sectores conservadores y eclesiásticos. Defendía que el Estado republicano debía ser neutral ante todas las creencias, y al mismo tiempo proteger la libertad de conciencia. Esta visión se reflejó en los debates de las Cortes Constituyentes, que en diciembre de 1931 aprobaron una Constitución que establecía un Estado laico, limitaba la influencia de la Iglesia en la educación y permitía la disolución de las órdenes religiosas que no se ajustaran al nuevo marco legal.
En enero de 1932, el Gobierno de la República disolvió oficialmente la Compañía de Jesús en España, expropiando sus bienes y cerrando sus instituciones educativas. Estas medidas fueron percibidas como un ataque frontal al catolicismo. El conflicto ideológico fue en aumento. En los años siguientes, las tensiones entre la República y los sectores conservadores se agudizaron.Con el levantamiento militar del 18 de julio de 1936 y el inicio de la Guerra Civil Española, Fernando de los Ríos se exilió temporalmente, aunque volvió brevemente para desempeñar tareas diplomáticas durante el conflicto. Fue nombrado embajador de la República en los Estados Unidos, donde intentó sin éxito obtener apoyo frente a las fuerzas sublevadas de Franco.
Tras la victoria franquista en 1939, De los Ríos se exilió definitivamente en Nueva York. Allí ejerció como profesor en la Universidad de Columbia y falleció en 1949.
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