jueves, 10 de julio de 2025

¿La carestía de la vida le ha obligado a usted a suprimir algún plato en casa?

 En 1931, el  periodista Julio Romano salió a las calles de Madrid con una pregunta sencilla pero demoledora: ¿La carestía de la vida le ha obligado a usted a suprimir algún plato en casa? Las respuestas, recogidas en un reportaje costumbrista de la época, revelan con crudeza cómo la inflación se traduce en hambre, privaciones y frustración.

Un obrero de entonces decía: “Gano ocho pesetas y tengo cinco bocas que son cinco máquinas trituradoras”. Su cocido, símbolo del alimento cotidiano del trabajador, se iba descomponiendo plato a plato. Un día desaparecía la carne, otro el tocino, luego el chorizo, hasta que solo quedaban las patatas. Y aun eso comenzaba a faltar.

Una modistilla decía, entre irónica y resignada, que ya no podía permitirse un vermut y que hasta abrir el apetito era peligroso, porque no había con qué llenarlo.

Un comerciante acaudalado confesaba al periodista que él no había recortado en comida, pero sí en placeres: “La vida se ha entristecido un 50%”, decía, refiriéndose a lo que ya no podía disfrutar. 

La historia nos  recuerda que la inflación no solo es un número abstracto ni un gráfico, lleva detrás  historias como las descritas y  no se mide solo en precios, sino en angustia por  la pérdida de lo que parecía garantizado. 

Quizá dentro de otros cien años, otro periodista salga a la calle, repitiendo la misma pregunta, y recoja respuestas similares. Esperemos que no.

Biblioteca Nacional de España.1931.


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