El 17 de enero de 1966, un bombardero
estadounidense B-52 y un avión nodriza KC-135
colisionaron sobre la costa mediterránea, en concreto, sobre la localidad
almeriense de Palomares.
El B-52 transportaba cuatro bombas, dos de las
cuales quedaron sin explotar, una en tierra y la otra en el mar, mientras que
las otras dos, al explotar el explosivo convencional que contenían, , esparcieron
al aire material radiactivo y por tanto contaminaron la zona. Menos mal que por
lo menos no se produjo la explosión nuclear en cadena debido al sistema de
seguridad que portaban si no, estaríamos hablando de muchas muertes ya que cada
una de estas bombas era bastante más potente que la de Hiroshima.
Las tres primeras bombas se encontraron
rápido pero la cuarta costó más. El 7 de abril, Francisco Simó, un pescador de
la zona, señaló el lugar donde estaba la cuarta bomba desaparecida .
Fueron necesarios 80 días, más de 30 barcos de la Armada de los Estados Unidos, 4 minisubmarinos y una ingente cantidad de marineros para encontrarla, eso sí, gracias a Francisco Simó, que señaló el lugar exacto donde la vio caer. A partir de ese día Simó fue conocido como “Paco el de la bomba”.
Días antes y tratando de calmar a la población, el embajador de Estados Unidos, Angier Biddle Duke, y el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, se daban el famoso baño.
Hoy en día la zona del accidente sigue contaminada con plutonio y americio.
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