Al no poder costear el costoso sistema británico de liebre mecánica (valorado en 400.000 pesetas), se optó por un método más sencillo: una liebre disecada montada sobre un trineo tirado por un cable, accionado manualmente. Aunque existía el temor de que los perros alcanzaran y destruyeran la liebre o que se rompiera el cable, estos incidentes ya habían ocurrido sin mayores consecuencias.
Antes de cada carrera, se colocaban dorsales a los galgos y se los encerraba en cajones de salida. La liebre se ponía en movimiento y, al pasar frente a los cajones, se abrían las compuertas y los perros salían disparados a perseguirla. El trineo simulaba el movimiento natural del animal, engañando con éxito a los galgos. También se celebraban carreras con obstáculos, donde algunos perros destacaban por su destreza.
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