Os cuento la historia de Concha García Armiñán, una mujer sorprendente. Fue cocinera, pero también se dedicó a la escritura con mucha pasión. Vivía en el número 13 de la calle del Tesoro, en una casa parecida a las descritas por Víctor Hugo.
Concha nació en Robledo, Asturias, en una casa de labranza. Desde muy joven entró a trabajar como sirvienta en casa del escritor Ramón Pérez de Ayala, donde con el tiempo fue su cocinera. Aunque ella decía que su afición por la literatura venía de antes, probablemente fue en esa casa —entre guisos y libros— donde despertó su vocación literaria.
Ganó un concurso literario en un periódico de La Habana, posiblemente El Hogar, en 1909, y desde entonces siguió escribiendo. Registró una zarzuela titulada El amigo traicionado, ambientada en Asturias, y estaba terminando una comedia llamada Las niñas del hotel.
Hablaba con soltura sobre literatura y política, aunque decía no tener vínculos con ningún partido. Admiraba a Blasco Ibáñez y conoció a Valle-Inclán, a quien llamaba “el cristo viejo”.
Trabajaba como cocinera y escribía por las noches. Le gustaba pasear por la Plaza de España, junto al monumento a Cervantes, donde se inspiraba para sus versos.
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