Según las crónicas, una vez fuera de Madrid camino de la "playa", el paisaje cambiaba por completo: el camino se abría entre árboles que parecían formar una guardia de honor hasta llegar al río.
El lugar era muy tranquilo, con zonas de césped y bastante sombra. Había una pequeña presa y una parte más llana y sombreada. El sitio lo frecuentaban sobre todo alemanes.

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