Miss Leonor fue una mujer que ejerció como vidente en pleno centro de Madrid, cerca de la Puerta del Sol. Su consultorio, ubicado en un piso principal de una gran casa moderna, estaba decorado con luces tenues y un ambiente silencioso y envolvente. Aquella atmósfera, junto con su reputación, atrajo a una clientela selecta, compuesta por miembros destacados de la aristocracia española: marquesas, condes, duques e incluso —según ella misma insinuaba— una figura de sangre real.
Hablaba con una voz suave y vestía con elegancia discreta. Afirmó que sus predicciones se basaban en la lectura de caracoles, técnica que, según relató, había aprendido durante su estancia en América, donde convivió con comunidades afrodescendientes que la iniciaron en ritos, ceremonias espirituales y conocimientos ocultos.
Cuando recibía a un cliente —siempre en un ambiente cuidadosamente preparado, silencioso, con luces tenues y una atmósfera cargada de misticismo— Miss Leonor comenzaba tomando la mano del consultante entre las suyas.
Mientras sostenía la mano, permanecía en silencio, como entrando en un estado de trance o meditación profunda. Luego, tomaba los caracoles y los arrojaba sobre un tablero o mesa, donde caían al azar. Ella afirmaba que el modo en que estos pequeños elementos se dispersaban formaba signos cabalísticos que solo ella sabía leer e interpretar.
Los caracoles, según ella, "dibujaban el destino": los patrones formados por su caída contenían mensajes ocultos sobre el pasado, presente y futuro del consultante. Esta lectura no era arbitraria; Miss Leonor insistía en que su habilidad era fruto de años de estudio, práctica espiritual y transmisión de conocimientos secretos. Afirmaba que su método era infalible, y que había sido reconocida como médium y consejera por presidentes y figuras importantes en varios países americanos.
El objeto central del ritual —una concha nacarada que usaba como recipiente para los caracoles— era también simbólico: representaba lo oculto, lo marino, lo ancestral, lo femenino.
Aseguró que jamás se equivocaba en sus vaticinios. Entre sus predicciones, mencionó la muerte del general Primo de Rivera y la evasión de Ramón Franco, cuyo momento de huida dijo haber señalado con fechas exactas. Estas afirmaciones buscaban reforzar su prestigio como una consejera fiable incluso en asuntos de Estado.
Miss Leonor, con su sortija negra (seguramente un imán para las buenas vibras y las apuestas ganadoras), aseguraba que nunca fallaba. Y si alguna vez algo no salía bien, seguro era porque los caracoles estaban “confundidos” o el universo “hacía sus travesuras”. ¡Muy científico todo!
Pero más allá del espectáculo, su consultorio era el lugar perfecto para los que buscaban un poco de misterio en sus vidas... o al menos una excusa para evitar tomar decisiones complicadas y echar la culpa a los caracoles. Después de todo, en tiempos inciertos, ¿quién no quiere que un molusco le diga qué hacer?
Ciertamente, hemos visto muchas técnicas de los vendedores de humo para sacar dinero de los incautos pero... ¿con caracoles? Me ha resultado curiosa y quería compartirla con vosotros. Hay que reconocer que esta pitonisa tenía "arte" para el engaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario