sábado, 17 de mayo de 2025

Felipe Lobón, el peluquero de Oviedo que afeitó a la historia

 Don Felipe Lobón, maestro peluquero ovetense, era una figura entrañable y profundamente respetada en la vida cotidiana de la ciudad de Oviedo. En  1931, a sus 83 años, seguía trabajando en su peluquería como siempre, sin necesidad de gafas ni anteojos, demostrando una vitalidad y entusiasmo poco comunes para su edad. Comenzó en el oficio siendo apenas un niño, a los diez años, y había acumulado ya 73 años de experiencia, siendo testigo y partícipe de la historia local y nacional.

Su longevidad profesional y su trato afable le ganaron el aprecio de generaciones de ovetenses. Por estos méritos, se le concedió la Medalla del Trabajo, un reconocimiento que él recibió con humildad y gratitud, destacando especialmente que venía de parte de sus compañeros de oficio, muchos de los cuales se habían formado con él.

A lo largo de su vida profesional, atendió a numerosas personalidades, incluyendo al rey Alfonso XII, quien se mostró muy amable con él y le prometió una distinción, y al general Prim, a quien peinó cuando este se encontraba en Oviedo bajo identidad reservada, alojado en casa del marqués de Campo Sagrado. También pasó por su silla don Manuel Pedregal, ministro de la Primera  República, entre muchos otros.

Felipe Lobón no solo fue peluquero de reyes y ministros, sino también amigo de intelectuales como Vital Aza, quien en su honor compuso una copla popular:

Tres cosas hay en Oviedo
que causan admiración:
la Catedral, los Pilares
y el peluquero Lobón.

Padre de dieciocho hijos, aunque lamentablemente la mayoría falleció, hablaba con serenidad sobre las modas cambiantes a lo largo de los años: peinados, barbas, bigotes y estilos que iban y venían. Opinaba con firmeza que debía mantenerse una claridad en la expresión de género, mostrando su deseo de que no se perdiera el sentido de lo masculino y lo femenino.

En una entrevista en 1931 realizada por  Francisco Caramés, opinaba lo siguiente:

"—¿Qué opina usted de la moda actual de cortarse el pelo las mujeres y afeitarse el bigote los hombres?

—Que no hay tal novedad, y que, como toda locura, ha trastornado las cosas. Al principio, los hombres se afeitaban del todo. Los únicos que llevaban bigote eran los militares, con unas guías finas en punta. Luego vino la moda de usar barba entera; después, el bigote solo, y más tarde las patillas. Recuerdo las patillas luengas, melancólicas… Hubo peinados complicadísimos que obligaban a verdaderas maniobras para lograr que el cabello compusiera un conjunto armonioso con el rostro. Hubo ondas, bucles, rizos, moños altos… ¡Qué sé yo! Pero todo vuelve.

—¿Cree usted que esas modas han de volver?

—Al menos, deseo que desaparezcan las ambigüedades de ahora. Que sepamos quiénes son hombres y quiénes mujeres, y que no haya lugar a confusiones."


Con una mezcla de sabiduría popular, sentido del humor, dignidad y ternura, don Felipe Lobón representaba el alma misma de la ciudad. Había visto pasar por Oviedo a numerosos personajes históricos, pero nunca dejó de ser el mismo: trabajador, amable y constante.

Biblioteca Nacional de España, 1931.



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