En la crónica de aquellos días, Marujilla es descrita como una niña que, a pesar de su corta edad, 12 años, había acumulado un "magnífico historial" delictivo: varios hurtos, fugas constantes de su colegio de monjas y, lo más sorprendente, lideraba una banda de pequeños delincuentes. Con apenas doce años, Marujilla no solo se encargaba de la organización de los robos, sino que también repartía el botín entre sus seguidores, quienes la obedecían y seguían sus órdenes como si fuera una verdadera líder.
El resto de los integrantes de la banda eran niños de entre siete y trece años, muchos de ellos con apodos característicos del mundo del crimen, como "El Tijeras", "El Pastilla", "El Cejas", entre otros. Cada uno de ellos tenía su propio historial delictivo, y sus fechorías solían consistir en pequeños robos, como sustraer pan de una panadería o dinero de casas ajenas. Aunque los padres de estos niños eran en su mayoría trabajadores honrados, no podían controlar el comportamiento de sus hijos, quienes se veían atrapados en una espiral de delincuencia.
A pesar de que muchos de los niños involucrados en estos delitos fueron puestos a disposición del Tribunal Tutelar de Menores en diversas ocasiones, los resultados eran escasos. Las medidas tomadas por estos organismos no eran suficientes para frenar la delincuencia infantil ni para ofrecer una verdadera rehabilitación. En lugar de proporcionar soluciones duraderas, el Tribunal se limitaba a hacer "amonestaciones", sin abordar los problemas estructurales que llevaron a estos niños a delinquir en primer lugar.
Biblioteca Nacional de España, 1930

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