lunes, 2 de junio de 2025

La Bolsa de Madrid en 1931. Ambiente, funcionamiento y personajes

 La Bolsa era un lugar donde se compraban y vendían valores, y para entrar se debía pagar una entrada, similar a la de un circo o un baile, que daba derecho a participar en las operaciones, principalmente a gritar para hacer ofertas o demandas. Esta costumbre de levantar la voz era contagiosa, y al poco tiempo los visitantes también gritaban para llamar la atención de quienes negociaban. Durante las sesiones, en distintos grupos llamados “corros”, los participantes gritaban ofertas y pedidos de compra o venta, creando un ambiente bullicioso y animado. Los no iniciados solían asustarse y buscar otros grupos, pero las voces provenían de todas partes. Cuando la sesión oficial terminaba a las cuatro, el ruido disminuía, pero luego comenzaba un pequeño “bolsín” hasta las cinco y media.

En el centro de la sala, un espacio llamado “parquet” estaba protegido por una barandilla dorada. Allí se situaban los agentes de Bolsa, hombres serios que dirigían las operaciones y supervisaban las negociaciones. Entre ellos, los más ruidosos eran los dependientes y apoderados de los agentes. Fuera del parquet, en la sala, también se formaban grupos para hablar de deportes, política o simplemente para descansar.

Al finalizar la jornada oficial, los agentes subían al piso superior, llamados por un timbre, para reunirse en una amplia sala presidida por algún directivo. Allí, el publicador leía los cambios realizados, se ponían de acuerdo sobre las operaciones y se preparaban los boletines con las cotizaciones aprobadas. Estos boletines se enviaban a bancos y prensa para su publicación.

Ser agente de Bolsa no era fácil: solo existían cincuenta plazas, y todas estaban ocupadas. Para aspirar a una, había que ser director de banco, abogado, profesor mercantil o haber sido apoderado de un agente durante cinco años, además de presentar una fianza elevada y pasar un examen aprobado por el Colegio de Agentes y el Ministerio de Hacienda. Los hijos de agentes con experiencia podían heredar la plaza sin concurso ni votación, pero cumpliendo las demás condiciones.

La Bolsa madrileña era conocida por ser muy pacífica y formal, sin quiebras ni incidentes graves. Como medida de seguridad, no se permitía entrar con bastones u objetos que pudieran usarse como armas. Afuera, algunos pobres pedían limosna, viviendo de la actividad financiera de la zona.

Alrededor de la sala, los bancos formaban una larga fila de burós, y las cabinas telefónicas funcionaban sin parar, enviando información a toda España. En tiempos pasados, la Bolsa tenía un “corro de moneda” donde se fijaba el cambio diario de la peseta, una actividad que le daba un aire cosmopolita, pero que fue eliminada por los gobiernos.

Un personaje muy conocido en la Bolsa era Cándido, quien desempeñaba tres trabajos: ordenanza del gabinete telegráfico, portero en la calle de Buenavista y barman en un teatro madrileño. Cándido era famoso por su humor y ocurrencias, como pedir telegramas en inglés a su manera o bromear con los nuevos empleados sobre sus posibles puestos.

En un salón aparte, se encontraban los periodistas que se encargaban de la información financiera. Durante la media hora posterior a la sesión, trabajaban intensamente para publicar los resultados y comentarios, especialmente los periodistas de la noche, que preparaban los informes para sus diarios.

Biblioteca Nacional de España, 1931.


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