domingo, 2 de noviembre de 2025

El señor Bermúdez

 El señor Bermúdez, a simple vista, parecía un hombre común: funcionario público, de aspecto modesto y voz corriente. Sin embargo, ocultaba un talento extraordinario y único: la capacidad de imitar con asombrosa precisión los sonidos de diversos animales. Esta habilidad lo convirtió en un artista insólito y respetado dentro del mundo del espectáculo.

Su carrera comenzó en Cartagena, alrededor de 1900, cuando durante una representación de La Tempranica improvisó el llanto de un bebé con tanto realismo que fue contratado para especializarse en imitaciones animales. Desde entonces, su fama creció, y fue reconocido por sus imitaciones del burro, la vaca, el cerdo, el gallo, el loro, el jabalí e incluso objetos como el fonógrafo y el teléfono.

Bermúdez destacaba no solo por su talento, sino por su seriedad y dedicación al arte de la imitación. Era capaz de diferenciar, por ejemplo, el rebuzno de un burro macho del de una burra, y lo demostraba con gestos y sonidos que dejaban atónito a su público. Su repertorio incluía anécdotas memorables, como cuando imitó a un perro en una pensión y fue confundido con un animal real, provocando la indignación de la dueña.

Durante más de dos décadas trabajó junto a Chicote, interpretando papeles insólitos en obras de autores como Arniches, Paso y Muñoz Seca. Su presencia en escena provocaba risas, asombro y ovaciones memorables.

Aunque usaba un simple cucurucho de cartulina como recurso escénico, su talento no dependía de artificios. Con humor y humildad, defendía que incluso la naturaleza intentaba imitarlo a él. Su tarjeta de visita, tan original como su arte, era un símbolo de su identidad intransferible como el gran imitador zoológico que fue.


Imágenes: Biblioteca Nacional de España, 1933.


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