Este sorteo se convirtió en una iniciativa popular de apoyo a la enseñanza superior. Las administraciones de lotería informaron de una venta de billetes sin precedentes, incluso superior a la de la tradicional lotería de Navidad. También se recibieron peticiones desde América Latina, reflejo de la conexión cultural y del prestigio del proyecto.
Además del atractivo económico —38 millones de pesetas en premios, con un primer premio de 7,5 millones—, el sorteo ofrecía a los españoles algo aún más valioso: la certeza de que el dinero no gastado en premios revertiría en beneficio de todos, al impulsar la educación y el desarrollo científico del país. De ahí el lema con el que se promocionaba: "Un sorteo en el que nadie pierde".
Este sorteo no solo ofrecía esperanza de riqueza, sino también un sentido de orgullo nacional, de inversión en el futuro colectivo, y de participación en un proyecto modernizador que situaría a España a la altura de otras grandes naciones en el ámbito académico.
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