El 13 de marzo de 1932, los vecinos de Campamento (Carabanchel) quedaron conmocionados con el hallazgo del cadáver de Luciana Rodríguez Narros, encajera de Herreruela (Toledo). Había sido degollada y despojada de todos sus objetos de valor en la llamada “vereda del soldado”. La primera investigación apuntó erróneamente contra sus primos, Leoncio y Bienvenida Alía, que fueron acusados injustamente. El caso permaneció sin resolverse hasta que, meses más tarde, otro crimen sacudió Carabanchel y permitió conectar los hechos.
El 5 de agosto de 1932, el tabernero Mariano Mejino apareció degollado y golpeado con un hacha en una casa del Arroyo de las Pavas. En el lugar fueron detenidos Julián Ramírez y Leandro Iniesta, cubiertos de sangre. En los interrogatorios confesaron este asesinato y también el de la encajera Luciana, cometido meses antes.
Ambos seguían el mismo modus operandi: engañaban a sus víctimas con promesas de negocios (una venta de encajes, una camioneta), las atraían a lugares apartados y allí las asesinaban con gran violencia para robarles.
Los procesos judiciales fueron muy seguidos por la prensa de la época.
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Por el asesinato de Luciana Rodríguez (noviembre de 1932):
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Julián Ramírez: condenado a 28 años de reclusión mayor y al pago de 5.000 pesetas de indemnización.
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Leandro Iniesta: condenado a 26 años de reclusión mayor y al pago de 3.000 pesetas de indemnización.
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Por el asesinato de Mariano Mejino (febrero de 1934):
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Ambos recibieron nuevamente 26 años y 8 meses de prisión, además de sanciones económicas.
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En total, cada uno acumulaba más de 50 años de condena, lo que equivalía a una cadena perpetua de facto, ya que la Segunda República había abolido la pena de muerte.
Aunque nunca fue acusada formalmente, la figura de Blasa Pérez apareció una y otra vez en la prensa. Propietaria de varias casas en el Arroyo de las Pavas, se decía que tenía un “millón de pesetas” guardado y que su avaricia la convertía en sospechosa.
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Fue llamada a declarar en varias ocasiones por sus vínculos con Julián Ramírez (inquilino de una de sus propiedades) y su administrador, Alipio de Miguel.
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La prensa la convirtió en un personaje morboso: una anciana adinerada, rodeada de intrigas y delincuentes, aunque la Justicia nunca halló pruebas en su contra.
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Ella misma se defendía en los periódicos, afirmando que “vivía de su trabajo y sus ahorros”, y que el supuesto “millón” era una exageración popular.
En definitiva, Blasa fue un personaje mediático, no judicial. Su figura sirvió para dar un tono folclórico y sensacionalista al caso, pero nunca fue condenada.
Los llamados “degolladores de Carabanchel”, Julián Ramírez y Leandro Iniesta, quedaron retratados como dos criminales movidos por la codicia y la brutalidad.
Arriba: en el centro, el infortunado tabernero Mariano Mejino, asesinado por Julián Ramírez y Leandro Iniesta. Abajo: a la izquierda, Leandro Iniesta y a la derecha, Julián Ramírez, autores del asesinato de Mariano Mejino, y, según su propia confesión, autores, también, del asesinato de la encajera Luciana Rodríguez. Biblioteca Nacional de España, 1932.
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